(Si esto es lo más cercano a "oposición" que tenemos en puestos de gobierno, no nos queda de otra más que seamos el pueblo los que tomemos la iniciativa)
Los desesperados esfuerzos de Enrique Peña Nieto y Televisa por
legitimarse mediante la cooptación de líderes de oposición no podrá borrar la
profunda indignación de la sociedad mexicana por el último proceso electoral.
Graco Ramírez Garrido Abreu, gobernador perredista del estado de Morelos,
pierde toda credibilidad cuando junto a la imagen sonriente del presidente
electo declara compartir con Enrique Peña Nieto la convicción de que la
legalidad no es negociable. El repudio generalizado a Antonio Antolini, antiguo
dirigente del movimiento #YoSoy132, por haberse incorporado a Televisa es
también plenamente justificado.
Estos dos personajes no son sino las
más recientes adquisiciones de un sistema acostumbrado a subir al carrito del
poder a una larga lista de figuras que después de haber criticado al
autoritarismo terminan sirviéndose de él. Las personas de ese perfil revelan su
baja calidad moral al preferir reflectores, dinero y poder a la congruencia, la
democracia y el cambio social. En lugar de cuestionar y transformar las reglas
del juego, terminan participando gustosas en el negocio de la dominación.
El sistema autoritario mexicano, hoy
más vigente que nunca, necesita simultáneamente tanto de instituciones
cómplices como de líderes cooptados. Los poderes fácticos saben que
no es suficiente con que el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de
la Federación hayan hecho su parte al declarar válida la elección
presidencial de 2012. Para poder gobernar de manera efectiva, también
hace falta que la sociedad vea en Peña Nieto a un verdadero presidente. De otra
forma se pone en riesgo el proyecto privatizador de Pemex, el pisoteo de los
derechos laborales, el proyecto fiscal neoliberal y el ataque generalizado a
las conquistas de la Revolución Mexicana.
Así, la anunciada asistencia de Ramírez
Garrido Abreu, Ángel Aguirre, Gabino Cué, Miguel Ángel Mancera y Arturo Núñez a
la toma de protesta de Peña Nieto el próximo 1º de diciembre constituye un duro
golpe a las fuerzas democráticas. Con el espaldarazo al nuevo presidente, los
gobernadores darán la espalda a la sociedad y consolidarán la entendible
tendencia a la desconfianza de los ciudadanos en los políticos.
La sociedad necesita urgentemente ver
ejemplos de congruencia y visión de Estado entre la clase política. Pero esto
no se logra con falsas muestras deunidad construidas con base en
negociaciones oscuras y palaciegas, sino con la defensa de valores y principios
sociales y el contundente rechazo de la lógica imperante de corrupción
política, mediática e institucional. Hoy por hoy, la mejor forma de dignificar
la política y unir a la sociedad es tomar distancia de casi todos los
políticos, y en particular del señor que compró su camino a la Presidencia.
En el encuentro del miércoles pasado
con Peña Nieto el gobernador guerrerense tuvo un momento de lucidez. Aguirre
aclaró de parte de los cinco gobernadores que no venimos representando a
la izquierda del país. Le asiste toda la razón al señor gobernador.
Aguirre mismo es un priísta de hueso
colorado e íntimo amigo de Peña Nieto desde hace años. Ya fue gobernador de
Guerrero bajo las siglas del PRI y en 2011 primero buscó la candidatura a la
gubernatura dentro de las filas del viejo partido de Estado. Solamente buscó el
apoyo del PRD una vez que había perdido la candidatura priísta a manos de su
primo Manuel Añorve y después de haber pactado su salida del PRI con los
sectores más oportunistas del perredismo en la entidad. Recordemos que ni
siquiera había cumplido un año en el poder cuando el gobierno de Aguirre enseñó
su verdadero cariz al reprimir y asesinar a dos jóvenes normalistas en
Ayotzinapa.
Núñez, Cué y Mancera tampoco cuentan
con trayectorias de lucha alguna en la izquierda. Núñez es un viejo lobo del
priísmo, quien más allá de ser leal a López Obrador no se ha distinguido por
posiciones progresistas en el Congreso de la Unión. Cué es también un político
que siempre ha estado más cercano a la burocracia priísta que a los movimientos
progresistas. Los claroscuros de sus primeros años como gobernador no deben
sorprender a nadie. Mancera tampoco ha destacado por sus ideales o convicciones
de izquierda y no cuenta con experiencia política o social alguna. Aquellos que
miran con esperanza su futura administración, con seguridad se llevarán una
gran decepción.
Ramírez Garrido Abreu es el único de
los cinco gobernadores del llamadocorredor amarillo que cuenta con una
trayectoria en la izquierda política. Sin embargo, su comportamiento como
senador y ahora como gobernador de Morelos, con el caso de Huexca, revelan a
alguien siempre dispuesto a privilegiar sus intereses por encima de cualquier
principio de izquierda.
En 2001, los senadores del PRD,
liderados por Jesús Ortega, traicionaron al Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) y a todos los indígenas del país al votar en favor de una
reforma constitucional en materia indígena que violó flagrantemente los
acuerdos de San Andrés Sakam’chen que habían puesto fin al
conflicto armado en Chiapas. Aquella deleznable traición ensanchó de manera
peligrosa la distancia entre los políticos y los ciudadanos y preparó el clima
de polarización social que hemos venido padeciendo desde hace más de una
década.
Hoy, la tibia posición de la mayoría de
los legisladores del PRD respecto de la reforma laboral, la urgencia de los
nuevos gobernadores del PRD por acercarse a Peña Nieto, sumado a la traición de
Antolini a su propia causa, una vez más dividen a la sociedad y colocan en
crisis la propia gobernabilidad del sistema político.
Fuente: John Ackerman vía La Jornada
No hay comentarios:
Publicar un comentario