Durante siete años, Gilberto Romero solicitó a distintas instancias de gobierno que instalaran bebederos en el circuito “El Sope”, ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec. Como es común, las autoridades ignoraron la petición de un ciudadano solitario y “sin influencias”. Fue hasta que 5 mil 671 personas se unieron a su causa que en febrero pasado fue colocado un dispensador con dos llaves y una toma para llenar botellas de agua.
Se ha vuelto habitual que gracias a la difusión masiva de una fotografía, un video o un testimonio en redes sociales, las autoridades tomen medidas para resarcir una deficiencia o castigar una injusticia. Las marchas y manifestaciones tradicionales han perdido fuerza (incluso son desaprobadas por un sector de la población) y, al mismo tiempo, el denominado “ciberactivismo” comienza a ganar batallas reales.
Estamos en una era difícil de comprender. Jamás se había escrito tanto sobre lo contemporáneo, destaca Mario Vargas Llosa en su obra “La civilización del espectáculo”. El fenómeno de la era de la información es parte esencial de esta realidad. Internet ha contribuido desde a derrocar gobiernos hasta terminar con miles de matrimonios. Es en ese contexto que la simple acción de escribir un correo electrónico en una petición colectiva ha dado resultados extraordinarios que, de otra forma, serían difíciles de concretar.