“Dios está con nosotros, no cabe duda”, dice el sacerdote Alejandro Solalinde, mientras sale del elevador, después de compartirlo con el congresista Juan Vargas, en la Casa de Representantes del Edificio Rayburn, en el corazón federal de Washington. Vargas y Solalinde se conocían por teléfono, habían conversado sobre los problemas que enfrentan los migrantes en su tránsito por México, así como la necesidad de una reforma migratoria justa y humanitaria. Sin embargo, no se conocían personalmente.
–“Ah! ¿Usted es el padre Solalinde?”, preguntó el congresista, en el interior del estrecho elevador.
–¿Y usted, es…?
–Juan Vargas, representante de San Diego.
Ambos se reconocieron en la misma causa y se despidieron con afecto, intercambiando de prisa algunos puntos de vista. Vargas reiteró su compromiso de pedirle al presidente Obama que se detengan las deportaciones nocturnas, una de las principales demandas de Ángeles sin fronteras, en voz de su coordinador internacional, Hugo Castro, quien acompañaba al padre Solalinde, junto con activistas de la Coalición Humanitaria Internacional ProMigrantes.
El sacerdote Solalinde estuvo con la asesora del representante Raúl Grijalva, a quien le propuso una mejor coordinación respecto a la ayuda a migrantes. Acompañado del sacerdote Vidal Rivas y familiares de víctimas de migración forzada, el padre Solalinde también señaló la necesidad de apoyar desde el congreso estadounidense la creación de un programa de desarrollo alternativo en los países latinoamericanos que arraiguen a los migrantes en un contexto de seguridad y vida digna.
Por su parte, el sacerdote Rivas, de la Iglesia Episcopal San Mateo, señaló a la funcionaria del legislador, que el congreso debía participar con mayor congruencia en la transformación del ser humano, y no utilizar la ley para proteger a los poderosos, en vez de utilizarla para defender a los vulnerables.
Entre los temas que se pusieron de relieve fue el de generar una base de datos de deportados y víctimas de violaciones de derechos humanos en su tránsito por México. Asimismo, se destacó la importancia de transparentar la información y de no criminalizar a los migrantes.
En este sentido, Hugo Castro, enfatizó que las deportaciones nocturnas facilitan el reclutamiento de migrantes por parte de grupos narcotraficantes y que antes estos riesgos, las autoridades estadounidenses se desatienden del impacto de estas decisiones.
Castro también señaló las deportaciones de veteranos de guerra que se encuentran en Rosarito, Baja California. Se refirió a los veteranos como “héroes” a los que se les ha dado la espalda después de servir a Estados Unidos y que son ignorados por el gobierno. Mientras, resultan de sumo interés para grupos narcotraficantes por el entrenamiento que ya poseen.
A la reunión asistieron los familiares de víctimas de migración forzada, como Rosa María Galván Segura, hermana de Francisca, la abogada de derechos humanos que se encuentra en espera de refugio político a casusa de las amenazas y hostigamiento de autoridades de Chihuahua. Pedro Aguilar, víctima migrante de Honduras, quien sufrió un dramático accidente en el tren de La Bestia que le mutiló una de sus piernas. Otro de los acompañantes fue Mercedes Moreno, madre salvadoreña, quien busca aún a su hijo desaparecido en México desde 1991.
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