La propuesta de la Alcaldía de Chicago de cerrar más de medio centenar de escuelas públicas en la ciudad pretende ayudar a hacer frente el déficit financiero a costa de la educación de los niños.
La propuesta, que podría convertirse en el mayor cierre colectivo de escuelas en la historia de EE.UU., afectará a 30.000 estudiantes y prácticamente el 10% de las escuelas públicas de Chicago cerrarían. A partir del curso que viene los alumnos afectados tendrían que recorrer largas distancias y adaptarse a nuevos entornos, lo que dificultará su acceso a la educación y su progresión académica. Además se calcula que hasta 1.000 profesores perderán su empleo.
"Parece que no somos importantes para nadie, será muy difícil para nosotros acceder a la educación", dice uno de los estudiantes afectados.
La justificación de las autoridades escolares de la ciudad es que el cierre mejorará la calidad educativa y ayudará a hacer frente al déficit de alrededor de 1.000 millones de dólares que arrastra el sistema educativo de Chicago. Los responsables locales afirman que con esta medida la ciudad se ahorrará cerca de 560 millones de dólares en la próxima década.
Los ciudadanos no quieren que se ahorre dinero a costa de la educación de los más jóvenes, por lo que miles de personas se han manifestado en las calles de Chicago en contra de estos cierres, unas protestas que han dejado alrededor de 150 detenidos.
Para los padres la reubicación de sus hijos en escuelas más lejanas puede suponer nuevos problemas de seguridad, sobre todo en una ciudad plagada de pandillas que tienen sus zonas de acción muy delimitadas.
"Estoy protestando para que no se cierren las escuelas... el alcalde dice que con los nuevos cambios algunos estudiantes solo tendrán que caminar una milla pero una milla equivale a seis cuadras, y si conoce la ciudad de Chicago como nosotros la conocemos, sabe que caminar por seis u ocho cuadras significa cruzar nuevas fronteras, nuevas pandillas, nuevos territorios", dice una de las madres, que protesta contra el cierre de las escuelas.
Por su parte Karren Lewis, presidenta del Sindicato de Maestros de Chicago, valoró la propuesta como racista y destructora. Lo cierto es que la mayoría de los cierres se llevarían a cabo en barrios afroamericanos y latinos, y desde varios sectores de la sociedad consideran que esta medida es claramente discriminatoria.
La propuesta aún tiene que ser ratificada por la Junta Escolar el próximo mes de mayo, pero lo que está claro es que en Chicago se ha desatado una guerra para salvar a la educación pública y garantizar la igualdad de oportunidades entre los más jóvenes.
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