I
Más claro, imposible: Enrique Peña Nieto, en su visita a Berlín, Alemania, dijo que él pugnaría, nada más tomar posesión como presidente de México, por la apertura de Petróleos Mexicanos (Pemex) al sector privado.
Ya antes, uno de sus colaboradores más cercanos, Luis Videgaray, declaró a un periódico estadounidense que México requería una “reforma energética” que apuntalara el potencial energético del país.
Está claro. Clarísimo: el PRI que pronto estará de regreso en el poder ejecutivo federal, apuesta por la privatización de Pemex. Tratarán de decir que no, que lo que ellos quieren es el bienestar de los mexicanos, que lo que desean es apuntalar la economía y el potencial energético del país, que jamás pensarían en privatizar la riqueza energética del país. Pero, en realidad, lo que pretenden es abrir al capital privado (y especialmente al extranjero) Pemex. Así de simple. Así de claro.
II
En Alemania, ante líderes empresariales teutones, Peña Nieto dejó bien clarito sus piensos: la apertura de Pemex le daría al país mejoras incontables. Todo sería distinto. Todo sería mejor. Estaríamos muy cómodos y llenos de felicidad los mexicanos. Por eso, adujo ante medios de comunicación alemanes, “aferrarnos a paradigmas de carácter ideológico o a resistencias apegadas a este principio [la apertura de Pemex a capital privado] me parece que estaremos posponiendo beneficios para todos los mexicanos’’.
El PRI quiere terminar lo que no concluyó en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo: desmantelar al Estado mexicano y dejarlo todo, o casi todo, en manos de la iniciativa privada.
III
Enrique Peña Nieto, en sus declaraciones a la prensa alemana, dejó bien claro su postura: la apertura de Pemex no es una cuestión económica, sino algo de carácter “ideológico”. Y las “resistencias” que se puedan levantar ante una reforma energética que pretenda abrir a la paraestatal a capital privado extranjero, van en contra de “beneficios para todos los mexicanos”.
Estas declaraciones muestran, claramente, el talante autoritario del viejo (y del nuevo) PRI. No se discuten cuestiones económicas, cuestiones que tienen que ver con eficacia, con negocios, con sectores estratégicos de un país en una economía global. No, para ellos, para los del PRI, todo es de carácter “ideológico”, y quien piense distinto a ellos, impide los “beneficios” de los mexicanos.
IV
¿Qué queda? ¿Qué sigue? ¿La defensa? ¿La resignación? Los del PRI llegaron con ganas de terminar lo que no habían terminado antes de 2000. ¿Se lo permitiremos? ¿La gente, el pueblo de México, quedará indiferente ante el desmantelamiento, que pretenden los del nuevo PRI, del Estado?
Todo está por verse…
Todo está por verse…
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