BUENOS AIRES (apro).- Oro blanco. Petróleo del siglo XXI. Dos formas con las que se denomina al litio, un mineral insustituible en la fabricación de baterías para las computadoras portátiles, los teléfonos celulares y los autos eléctricos que dominarán el mercado del sector en el futuro.
Un futuro previsible, sin petróleo, cuyas reservas se habrán agotado, según se estima, en 40 o 50 años. Para mantener en funcionamiento la economía se precisará una nueva revolución energética. Todo indica que el protagonista en el sector de los transportes será el litio.
El altiplano andino que se encuentra en la frontera entre Bolivia, Chile y Argentina –también conocido como la Puna– concentra cerca del 85% de las reservas mundiales de este metal blando. El resto está en los salares de China y Estados Unidos. En las provincias argentinas de Salta, Jujuy y Catamarca, operan ya diversas multinacionales, mineras y automotrices, en la exploración y extracción del mineral. Buscan garantizar el libre acceso a este insumo clave. La batería representa entre 40% y 60% del valor de los vehículos eléctricos.
El noroeste argentino es una región económicamente postergada. El aporte que el “mineral de moda” pueda brindar a su desarrollo es motivo de debate. Los estados provinciales participan como socios menores de los consorcios trasnacionales. Perciben regalías del orden del 3%. Exportan carbonato de litio, un concentrado que requiere escaso desarrollo tecnológico y que tiene, por lo tanto, un bajo valor agregado. La inversión que las empresas realizan para extraer y procesar el mineral se amortiza en pocos años. La ganancia posterior con derivados es la clave del negocio.
La política minera de Argentina con respecto al litio va por dos carriles. Por un lado se permiten los emprendimientos de las multinacionales que lo exportan como materia prima, con un bajo valor agregado. Por el otro, el Estado ha iniciado emprendimientos mixtos, que intentan abarcar toda la cadena productiva asociada a este mineral, desde la extracción en la salina hasta la batería lista para la venta.
Otro punto de conflicto son los impactos sociales y ambientales. La extracción de litio no es contaminante como la del oro, pero insume, igualmente, grandes cantidades de agua. Este punto inquieta a las comunidades indígenas que habitan en la Puna. En noviembre de 2010, al menos 33 de ellas reclamaron frente a la Corte Suprema de Justicia su derecho a decidir acerca de los proyectos futuros o en marcha que afectan sus territorios.
Consorcios
El mercado mundial del litio está controlado por cuatro consorcios que concentran casi el 70% de la capacidad de producción de derivados con alto valor agregado: Talison (Australia), SQM (Chile), Chemetall (Alemania) y FMC (Estados Unidos).
Las reservas mundiales del mineral se calculan en 10 mil millones de toneladas. Algo más de la mitad se encuentra en el Salar de Uyuni, en Bolivia. Su explotación, a cargo de una empresa estatal, será “capaz de producir entre 30 mil y 40 mil toneladas métricas anuales de carbonato de litio”, de acuerdo con el informe “Bolivia y su litio”, de Rebecca Hollender y Jim Shultz (mayo 2010).
En segundo lugar está el Salar de Atacama, en Chile, operado por la minera SQM. Chile es el primer productor y exportador mundial de litio. El 1 de octubre pasado el Ministerio de Economía declaró inválida la licitación que otorgaba a SQM la explotación de 100 mil toneladas del mineral durante 20 años. El gobierno tuvo que dar marcha atrás debido a las críticas “que apuntaban a que el proceso estaba ‘viciado’ y que fue diseñado ‘a la medida’ de SQM”, según publicó el pasado 1 de octubre El Mercurio en su edición online. “La acusación se origina en la presencia en el directorio de la empresa de Patricio de Solminihac, hermano del actual ministro de Minería, Hernán de Solminihac”, refirió el periódico.
Argentina es el segundo exportador y el cuarto productor mundial de litio, con 11.68% del total, según cifras oficiales de 2010. En Susques, provincia de Jujuy, está el tercer yacimiento del mundo, operado por el consorcio Lithium Americas. Argentina exportó 15 mil toneladas de carbonato de litio en 2010, por un valor de 70.9 millones de dólares. En la actualidad hay algo más de 25 proyectos de litio en toda la Puna argentina. En los próximos años se prevé una verdadera explosión.
El litio se utiliza en la producción de baterías para autos y equipos electrónicos, en la industria aeroespacial y de satélites, en el sector metalúrgico y el farmacológico –incluidos nuevos tratamientos para el sida–, en la elaboración de cerámicas y lubricantes. La potencialidad de este mineral está dada sobre todo por el desarrollo de los autos híbridos (a gasolina y electricidad) y eléctricos. Se estima que en 2020 circularán en todo el mundo 20 millones de unidades de estos vehículos. Los cálculos más optimistas elevan la cifra a 200 millones. “Firmas como Toyota (Japón), Mitsubishi (Japón), Magna (Canadá), LG (Corea) y Bollore-Eramet (Francia), estén completamente integradas, desde la extracción del mineral hasta la producción de la batería”, sostuvo el diario Página 12 el pasado 26 de agosto.
Algunos de estos consorcios operan ya en Argentina. Lithium Americas, en Jujuy, pertenece a la autopartista canadiense Magna y a la automotriz japonesa Mitsubishi. Toyota –líder mundial en el segmento de los coches híbridos y eléctricos– compró en septiembre último el 25% de las acciones del Salar de Olaroz, en Jujuy. El resto de las acciones está en manos de la australiana Orocobre (66.5%) y la compañía minera de la provincia (8.5%). La producción comercial de litio comenzará en febrero del 2014. La inversión para poner en marcha la producción será de 200 millones de dólares.
“La demanda anual de Japón ronda las 17 mil toneladas –suficiente para abastecer en promedio baterías para 550 mil vehículos–, con lo cual la producción de Olaroz cubriría una buena parte de sus requerimientos por al menos 15 años”, informó el diario Clarín el pasado 27 de septiembre. “La mina, que tiene una vida estimada en 40 años y el bajo costo como uno de sus atractivos, también producirá unas 10 mil toneladas de potasio”, agregó. Y eso no es todo: “Según los cálculos de Orocobre, la inversión se recupera en tres años.”
Desde la política son muy pocas las voces que elevan una crítica. Mario Mazitelli, secretario general del minúsculo Partido Socialista Auténtico, escribe en la página web de su partido:
“Aunque las categorías contradictorias más usuales son: Colonia-Nación o Derecha-Izquierda. En algunos casos las podemos subsumir en una superior que es Inteligencia-Estupidez”, resume el político. “Si planteáramos que la política minera es colonial, entreguista, funcional al saqueo, diríamos la verdad –sostiene-; pero parece más profundo caracterizarla como estúpida.”
La provincia de Catamarca también exhibe sus limitaciones a la hora de negociar con los grandes consorcios. Hasta ahora no ha logrado que el gigante estadunidense FMC Lithium pague un solo litro de los millones de metros cúbicos de agua que utiliza en el proceso de extracción… desde 1997.
FMC explota el Salar del Hombre Muerto, a través de su subsidiaria Minera del Altiplano S.A. La Dirección de Recursos Hídricos de la provincia le ha enviado en 2010 y 2011 las facturas reclamando deuda e intereses, según informó el 18 de septiembre el diario El Esquiú, de Catamarca. “En ambas oportunidades, la empresa se negó a pagar argumentando que está eximida por contrato”, dice el citado artículo. Y agrega: “Es una más de las graves irregularidades que a lo largo de los años se ha permitido mantener con total impunidad. Es que mientras las empresa realiza un negocio millonario, sólo dejó algunos ínfimos ingresos en Catamarca, que entrega un recurso agotable.”
Oportunidad histórica
“La industria argentina podría estar presente en toda la cadena de producción del litio”, sostuvo Juan Collet, químico de la Comisión Nacional de Energía Atómica, en una entrevista publicada el 31 de agosto por el diario Página 12. “Se trata de un proceso que no es extremadamente complejo –explicó–. El auto eléctrico tiene una proyección enorme, y entre 40 y 60% del costo de esos vehículos representa la batería”.
La cadena de producción tiene una primera etapa de extracción y generación del concentrado, el carbonato de litio, que actualmente es realizada por los consorcios que operan en el país. “El litio es muy fácil de extraer, a través de un simple proceso de bombeo y evaporación que no requiere gran infraestructura y capital, a diferencia de la minería a cielo abierto”, sostuvo Nicolás Gutman, investigador del Centro Cultural de la Cooperación, en una nota publicada el 26 de agosto por Página 12.
El carbonato de litio se utiliza junto a otros compuestos para fabricar, mediante un proceso químico complejo, los polvos que componen las celdas, que se ensamblan para formar la batería. En la actualidad la mayor parte de las plantas para la elaboración de baterías de litio están instaladas en China, Japón y Corea del Sur.
“Nuestro país no puede dejar pasar la oportunidad de explotar y dar valor agregado a este mineral, controlar el proceso completo que va del salar a la batería, desarrollar una industria del litio. Es estratégico para las posibilidades futuras del país”, dijo a Página 12 el ingeniero Guillermo Garaventta, quien es parte del equipo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que desarrolló una moto que funciona con una batería de litio y tiene una autonomía diaria de 60 kilómetros. Para dicho emprendimiento no contó con ningún tipo de aporte oficial o privado. Los fondos para desarrollar la moto eléctrica salieron del bolsillo de Garaventta y del decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, Marcos Actis.
Garaventta sostuvo que la fabricación local de baterías sumaría “mano de obra en otros sectores, como la industria del neumático, de llantas, amortiguadores, estaríamos generando trabajo de calidad a partir de un innovador producto nacional”.
En 2011 el Estado argentino comenzó a impulsar la fabricación local de baterías de litio. Las nuevas plantas se construyen en las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca. El proyecto reúne a científicos de las universidades nacionales de La Plata, y Córdoba, la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Es financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, con el apoyo del Ministerio de Industria. Los responsables confían en abarcar la cadena productiva en su totalidad en 2014, con know how y recursos propios. Desde la extracción del mineral en la salina hasta la batería lista para la venta.
La coordinación del proyecto está a cargo de Daniel Barraco, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y físico de la Universidad de Córdoba. El pasado 4 de febrero Barraco graficó en entrevista con el diario La Nación las cifras que mueve el negocio: “La salmuera que se extrae del salar cuesta 300 dólares la tonelada. Se le concentra y se obtiene carbonato de litio al 99%, es decir de la calidad que necesitamos; eso cuesta 6 mil dólares la tonelada (…) Si llegáramos a tener litio metálico (litio puro), su valor sería de 6 mil dólares el kilogramo. Y más: las baterías para autos híbridos y eléctricos, con 10 kilogramos de carbonato de litio, cuestan entre 10 mil y 20 mil dólares. No hay nada que impida que produzcamos baterías para autos. Es un negocio más grande que el del petróleo en su momento.”
Otro proyecto reúne al Ministerio de Industria con la automotriz china Build Your Dreams (BYD). Ambas firmaron un acuerdo en noviembre de 2011 “para producir en el país –con socios locales– vehículos eléctricos para el transporte público y baterías de litio para celulares, notebooks y netbooks”, según informó el 5 de febrero pasado Infobae.
Estas dos modalidades de explotación integral ponen en entredicho la política referida al litio que llevan adelante los gobiernos provinciales. Ésta permite a los consorcios exportar el recurso con un bajo valor agregado. El previsible aumento del precio del litio y del volumen producido y exportado desaconseja persistir en el modelo extraccionista, desintegrado de la economía regional, y que, además, reduce la discusión al monto de las regalías que perciben las provincias.
La tarea de conseguir “socios y no patrones” para la explotación del litio, tal como ha expresado abiertamente el presidente boliviano Evo Morales, no es una tarea fácil. Su gobierno propone que el Estado aporte la propiedad minera y los privados la inversión, para compartir luego la utilidad del negocio, fomentando la producción de productos terminados. La idea no termina de atraer el interés de consorcios, acostumbrados a condiciones de explotación más ventajosas.
Algunas voces proponen una política conjunta de Argentina, Bolivia y Chile, que ponga este recurso estratégico, no renovable, al servicio del desarrollo y la integración conjunta. “La región ocupa una posición estratégica y por ello podría tener poder de negociación frente a las mineras, siempre que haya voluntad política y coordinación regional”, señaló Página 12 el pasado 26 de agosto.
Ambientales
Las baterías de ion de litio están desplazando del mercado a las de níquel cadmio, ya que se calientan mucho menos. La batería de litio de los autos híbridos o eléctricos es reciclable y tiene una vida útil de entre 8 y 10 años, frente a los dos de la batería de plomo de los autos actuales. Su uso contribuirá a reducir –finalmente– la emisión de gases de efecto invernadero.
El proceso de explotación del litio “no es contaminante y nada tiene que ver con la minería a cielo abierto”, dice Daniel Barraco. Consume, eso sí, enormes cantidades de agua. En el Salar de Olaroz, por ejemplo, el proyecto estuvo frenado en 2011, “luego de que el gobierno provincial declarara al litio como recurso estratégico en marzo de ese año, a lo que se sumaron demandas de las comunidades locales, que buscaban proteger el agua, requerida en abundancia para procesar el litio, según informó el diario Clarín, el pasado 5 de agosto.
En noviembre de 2010, al menos 33 comunidades indígenas de la Puna argentina recurrieron mediante un amparo a la Corte Suprema de Justicia. Pedían que el Estado les solicitara su consentimiento antes de empezar a explorar y explotar. Explicaron su temor a que “se mezclen las aguas dulces y saladas del salar”, lo que significaría su pérdida y, con ella, “la pérdida de esta cultura andina de siglos”, según dijo su abogada, Alicia Chalabe, ante los jueces de la Corte Suprema.
El conflicto del Salar de Olaroz se zanjó cuando la provincia de Jujuy negoció una participación del 8.5% en el proyecto, a través de su compañía minera. Más tarde, Toyota aseguró la inversión para la planta y la compra de su producción. Marcos Calachi, presidente de la minera estatal jujeña, dijo que el Estado provincial “no va a recibir sólo las regalías que corresponden (3%), sino también parte de las ganancias” de una facturación anual estimada en 100 millones de dólares.
Las autoridades provinciales se reunieron el 1 de octubre con representantes de la australiana Orocobre y la japonesa Toyota. El gobernador Eduardo Fellner aseguró que el proyecto traerá 250 puestos directos que beneficiarán a las comunidades. “El gobernador prioriza dotar de valor agregado a la producción de litio en la provincia”, tituló ese día La Voz de Jujuy en su portal. El periódico exageraba un poco. El acuerdo firmado entre el gobierno provincial y las multinacionales prevé producir carbonato de litio y cloruro de potasio, pero no la fabricación local de las baterías.
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