SALTILLO, Coah., (proceso.com.mx).- Los refugios que les ofrecen hospedaje y comida a los centroamericanos que cruzan México para alcanzar la frontera de los Estados Unidos estuvieron abarrotados durante varios meses de 2012, después de dos años de lucir casi vacios por las amenazas de “Los Zetas”, contaron a Apro responsables de las Casas de Migrantes del norte del país.
Desde finales del año 2009 y durante todo 2010, la Posada Belén de Saltillo, Coahuila, el refugio para migrantes más grande e importante del noreste del país, “estuvo recibiendo en promedio 80 personas al día”, contó Alberto Xicotencalt, su director.
“Hubo meses en los cuales apenas atendíamos a ocho centroamericanos diariamente”, agregó.
Atribuyó la disminución de la migración a que durante casi todo 2010 se registró el periodo más violento de la guerra que protagonizó el cártel del Golfo contra “Los Zetas”, principalmente en los estados fronterizos de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, así como en el norte de Veracruz.
“En meses recientes estuvimos atendiendo entre 250 y 320 migrantes por día”, enfatizó Alberto Xicotencalt.
Atribuyó al repunte a que ahora existe más vigilancia en las vías del ferrocarril que sale del sur de México rumbo a la capital del país.
El director de la Posada detalló que a finales del año pasado el flujo de migrantes se reduce, ya que los centroamericanos prefieren pasar esta temporada con sus familias.
El sacerdote Pedro Pantoja, responsable de la Pastoral Social de la Diócesis de Saltillo, destacó que desde el mes de mayo la posada “ha tenido un flujo de migrantes que no se había visto en mucho tiempo”.
Pantoja, quien recibió el galardón internacional de Derechos Humanos Letelier-Moffitt, del Institute for Policy Studies, en Washington D.C., por el trabajo en defensa de migrantes centroamericanos, atribuyó el incremento a varios factores.
Comentó que continúan las dolorosas secuelas del pasado golpe de Estado en Honduras, además de los estragos de los huracanes en la región y el incremento de la pobreza y como consecuencia la violencia en todo Centroamérica.
Lo anterior ha provocado que incluso arriben a los refugios migrantes con orientación homosexual, “que por su preferencia ahora tienen que estar huyendo de sus países”, dijo Pantoja.
“También se está reflejando en la migración de mujeres en nuestras casas, nosotros teníamos en promedio una o dos mujeres por mes y ahora en un solo día nos llegan diez”, agregó.
El sacerdote Jesús Guerra Garza, quien dirige la Casa del Forastero Santa Martha, ubicada en la colonia Industrial, un barrio popular del primer cuadro de Monterrey, aseguró que la inseguridad redujo el flujo migratorio, “pero no detiene a los migrantes centroamericanos”.
Mencionó que el refugio de Monterrey es uno de los más irregulares del país, ya que los migrantes prefieren seguir en tren hasta la ciudad de Saltillo, donde tienen más opciones para viajar a varias ciudades fronterizas.
Destacó que en los pasados dos años estuvieron recibiendo un promedio de mil migrantes por año.
En los últimos meses del 2012 los migrantes que reciben refugios se han incrementado y comentan que ahora viajan “en grupos de 40 ó 50 gentes”.
Sin embargo, de esos grupos “sólo unos dos o tres se bajan en Monterrey”, subrayó el padre Guerra Garza.
Los sacerdotes coincidieron en afirmar a Apro que no todos los migrantes pasan por sus refugios.
Contó que la posada de Monterrey ha sufrido el acoso constante de la delincuencia organizada.
“Las familias de los migrantes que viven en Estados Unidos contratan polleros para que crucen a sus familiares”, dijo el sacerdote Guerra.
Como medida de protección, el sacerdote estableció que los migrantes no tengan contacto con los polleros en las inmediaciones de la casa Santa Martha.
El padre Guerra es uno de los pioneros en la pastoral de Migración y se ha desempeñado como Secretario Ejecutivo de esa sección de la Iglesia Católica.
“La primer casa de migrantes comenzó a operar a finales de los años setentas en la ciudad fronteriza de Tijuana”, recordó el padre Jesús Guerra.
Destacó que posteriormente la congregación de San Carlos Scalabrinianos estableció una red de refugios para migrantes en los estados de Chiapas, Chihuahua, Sonora y Baja California.
Desde el año 2000 se estableció la pastoral migratoria, que depende de la Pastoral Social de la Iglesia Católica.
Actualmente operan 57 en todo el país, entre casas y comedores, que ofrecen hospedaje, comida, atención medica, ropa, baños y al menos una llamada telefónica para que los migrantes de Centroamérica se comuniquen con sus familiares.
Todas las casas mantienen una relación con la Iglesia Católica y en promedio ofrecen tres días de hospedaje a los centroamericanos. Sólo en la Posada Belén, de Saltillo, los migrantes se pueden quedar por tiempo indefinido.
En las casas establecidas a lo largo del país también se les alerta sobre las rutas más seguras para llegar a la frontera y se les advierte que los estados más peligrosos para transitar son Oaxaca, Veracruz y sobre todo Tamaulipas, cuna de “Los Zetas”.
El flujo de migrantes hacia Estados Unidos tuvo su mayor caída después de que localizaron 72 cuerpos de migrantes asesinados por “Los Zetas” en San Fernando, Tamaulipas.
Las agresiones contra los migrantes han sido denunciadas por los refugios ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos y en los pasados tres años lograron documentar 11 mil agresiones, secuestros y violaciones.
El migrante de origen Hondureño que sólo se identificó como Giovanni, contó que ahora la “Policía Federal es la que les roba el dinero”.
“Salí de San Pedro Zula hace quince días porque no hay empleo”, dijo Govanni, quien estaba alojado en la Casa del Forastero de Monterrey.
Mencionó que ha intentado cruzar la frontera en cuatro ocasiones, pero que no lo ha logrado y ahora intenta pasar por una ciudad de Tamaulipas.
Otro de los migrantes entrevistado, quien sólo se identificó como Pablo, contó que debido a la inseguridad de México se deben estar comunicando constantemente con sus familias, lo que hacen cada vez que llegan a un refugio que les permite una llamada.
Denunció que ahora “Los Zetas” se infiltran en los refugios y se hacen pasar por migrantes. “Te ofrecen su teléfono celular para que hables con tus familiares en los Estados Unidos”.
Después de que el centroamericano parte, llaman a la teléfono que quedó grabado en su celular y aseguran a la familia que lo tienen secuestrado y piden una recompensa entre 1,000 y 1,500 dólares para liberarlo.
“A mi familia ya se lo hicieron”, concluyó Pablo.
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