Las movilizaciones magisteriales han detonado una serie de comentarios discriminatorios en las redes sociales de México
La discriminación es un fenómeno grave y complejo. Discriminar lastima y daña la condición humana e impide la construcción de una ciudadanía plena, basada en la solidaridad y la convivencia respetuosa.
A partir de las movilizaciones magisteriales en la Ciudad de México, en redes sociales se registran diversas reacciones de molestia. Epítetos como "borregos, apestosos, indios, gatos, ignorantes, huevones, prietos hasta ladinos, costeños, revoltosos y nacos".
Estos adjetivos son una muestra de racismo y clasismo profundamente arraigados.
Los insultos representan una actitud prepotente y, al mismo tiempo, son producto de la desigualdad económica: se les critica por su origen (costeños), por su raza (de ascendencia indígena), por su tono de piel (morena) y, entre otras cosas, por su supuesta falta de preparación (ignorantes).
Por el tono y la forma en que son utilizados esos insultos, nos remitimos a un reciente caso ocurrido en el Distrito Federal, como ejemplo de discriminación y clasismo que ahora parece serle aplicado a los mentores que se movilizan en esta capital.
El caso de referencia es el de un empresario mexicano que maltrató y violentó los derechos de un empleado en el edificio donde vivía.
'Gato' e 'Indio' fueron algunos de los adjetivos endosados al trabajador como una muestra de superioridad, que supuestamente se deriva del dinero, por un lado, y de una presunta adscripción racial.
"Son insultos marcados por un prejuicio que postula que unos hombres son superiores por su estatus o ingresos y los otros no son más que sirvientes, gatos", dijo en su momento el reconocido politólogo José Woldenberg -exconsejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE)-.
Quienes discriminan asumen ser superiores y suponen que quienes no son iguales a ellos –debido a rasgos específicos como color, sexo, origen étnico o nacional, idioma, religión, opiniones, preferencias sexuales e identidad de género, entre otros–, no deben tener los mismos derechos ni ser tratados como personas.
Esa percepción la sintetiza Luis Salazar Carrión en Democracia y discriminación.
Según datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, realizada por el Conapred (Enadis) 2010, el primer factor de división de la sociedad mexicana es la riqueza: 59.5% dice que la riqueza divide 'mucho', 26.6% piensa que 'poco', y 12.5% señala que 'nada'.
Las personas de sectores socioeconómicos medio alto y alto son quienes en mayor porcentaje perciben que la riqueza ocasiona más divisiones.
Además, 60% de personas piensan que en México existe un trato desigual en razón del tono de piel.
Las expresiones emitidas hacia los profesores que marchan en la Ciudad de México o se han instalado en plantones en algunas calles de la capital, reflejan intolerancia, sin lugar a dudas.
Abona a ello, en contraparte, que los bloqueos se llevan a cabo sin el más mínimo entendimiento de que es necesario que exista una convivencia de derechos: el de la manifestación y libre expresión, y el de libre tránsito (que no es simple circulación de automóviles, como se ha querido argumentar de manera simplista).
Las reacciones de quienes bloquean y de quienes expresan su molestia cubren del todo, un principio fundamental emanado de la Reforma Constitucional de Derechos Humanos del 2011: el interés superior de las niñas y los niños a recibir educación.
Es decir, que desde el punto de vista del Conapred, las partes en conflicto deben de abonar en las vías del diálogo necesarias que permitan el inicio o reinicio de clases en aquellas entidades donde se han suspendido actividades educativas.
Y vale la pena un último comentario sobre las expresiones discriminatorias en redes sociales.
La discriminación es un fenómeno sociológico arraigado cultural y generacionalmente. Grupos de personas han aprendido a convivir ejercitando actos discriminatorios que asumen como conductas 'naturales', 'normales' e, incluso, 'incuestionables'.
Este hecho ha provocado que las personas, desde la infancia, adopten posturas ideológicas que las convierten en practicantes, reproductoras y legitimadoras de la discriminación. Como consecuencia el tejido social se daña con este tipo de actitudes, se debilita a través de estas conductas intolerantes.
Decir que los morenos, de ascendencia indígena, son "ignorantes, apestosos y revoltosos" solo conduce al detrimento de las relaciones sociales.
La lucha contra la discriminación exige un cambio cultural que modifique las conductas y favorezca la aparición de una atmósfera social y política de la equidad, la reciprocidad y el respeto a las diferencias.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente aRicardo Bucio Mújica.
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