Es casi inminente: cada semana las redes sociales muestran el rostro de alguna jovencita que parece posar alegremente para la cámara. No parece estar viviendo una tragedia, sin embargo, la nota al pie de la foto nos cuenta otra historia: “ayúdanos a encontrarla”, “salió de su casa y no la han vuelto a ver”, “estamos desesperados”. Son los textos que invariablemente acompañan estos avisos que son lanzados a la red por la desesperación familiar, como mensajes dentro de una botella.
Quienes los leemos, nos afligimos y nos solidarizamos compartiendo el enlace o retwitteando la nota. Pero no alcanzamos a comprender ni la mitad del dolor, la desesperación ni la incertidumbre de madres, padres, familiares y amistades de la chica que ha desaparecido. Tampoco sabemos lo que han tenido que pasar para, finalmente, atreverse a publicar la foto de su familiar en la red, aunque seguramente, han sido obligados por la lentitud en el proceso de averiguación y búsqueda del cual adolece nuestro sistema de justicia.
Muchas de las personas que tienen algún familiar desaparecido no lo denuncian, los motivos van desde el miedo hasta la falta de confianza en las autoridades, quienes, en muchos casos, parecen haber desarrollado una dura coraza que los insensibiliza ante la delicada situación emocional que atraviesan esas familias. De esa forma, les hacen ir a uno y a otro lado para aportar una prueba aquí, dejar un papel allá, solicitar información más allá. Un desgaste físico que aunado al emocional, sume a quienes buscan a sus seres queridos, en una situación de desesperación y desesperanza.
En el caso de las mujeres desaparecidas, las y los familiares se enfrentan también a los prejuicios y a las salidas fáciles del tipo “se fue con el novio”, “se llevaba muy mal con la mamá y se fue para castigarla”, “ha de ser un capricho”, respuestas que carecen de profesionalismo y que muchas veces son emitidas por las autoridades encargadas de la búsqueda, quienes deberían estar ahí para realizarla de manera pronta y expedita como, en el caso del estado de Veracruz, lo marcan los Lineamientos para la Atención Inmediata de Personas Desaparecidas, vigentes desde el 19 de julio de 2011.
Al respecto, es muy importante remarcar que ES FALSO, que la búsqueda de personas deba iniciarse 72, 48 o 24 horas después de la desaparición. La legislación del estado de Veracruz, obliga al personal de la Procuraduría General de Justicia que tenga conocimiento, por cualquier medio (nota periodística, correo electrónico, comunicado oficial, etcétera) de la desaparición de una persona, independientemente de su sexo o edad; a proceder de inmediato, sin que medie lapso alguno de espera, para dar inicio al proceso de búsqueda.
Según lo anunciado la semana pasada por la subsecretaria de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Lía Limón, a partir del lunes 25 de febrero, se podrá contar con un registro preliminar del padrón de personas desparecidas, que partirá de una base de 27 mil casos, lo cual reconoció frente a representantes de Human Rights Watch.
¿Cuántos de estos 27 mil casos corresponden a mujeres desaparecidas? ¿Por qué desparecen las mujeres? ¿Quién se las lleva? ¿con qué fin? La trata de personas con fines de explotación sexual y laboral suele ser una respuesta recurrida a esta última pregunta, sin embargo el terreno parece tan escabroso que poca investigación se ha hecho (o sea ha querido hacer al respecto). El trabajo periodístico de Lydia Cacho que da cuenta de cómo operan las redes de trata en estados como Tlaxcala, es de los pocos que se conocen masivamente, sin embargo hace falta mucha voluntad, de todo tipo, para adentrarse en la investigación de este delito, que genera 32 mil millones de dólares al crimen organizado, según datos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Veracruz ocupa el décimo lugar en personas desaparecidas y extraviadas a nivel nacional con 500 caos. La mayoría son estudiantes, hombres y mujeres, madres y padres de familia. Por cada uno de estos casos hay familias enteras, sufriendo la desesperación que da la incertidumbre de no saber dónde está su ser querido, cuál será su suerte y la pregunta más difícil, si algún día le volverán a ver.
Lee aquí los Lineamientos para la Atención Inmediata de Personas Desparecidas:
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