Un Gobernador, Miguel Alonso Reyes, que
decide gastarse 20 millones de pesos del presupuesto para convertir su
habitación en una ridícula réplica exacta de una suite de lujo del Hotel
Belaggio de Las Vegas.
Otro Gobernador, el de Puebla, Rafael Moreno Valle, que
destina 66.6 millones de pesos en el primer año de su administración para
la remodelación de la casa de gobierno, monto que supera las participaciones
que recibieron 212 municipios en la entidad en 2011.
Uno más: el Gobernador de
Oaxaca, Gabino Cué, que se dice de izquierda y lleva gastados 16 millones de
pesos en la remodelación de sus oficinas en el Palacio de Gobierno entre 2011 y
2012.
Para no pasarlo por alto: una Gobernadora (ahora ex jefa del Ejecutivo de
Yucatán), Ivonne Ortega, cuya fortuna es, hasta ahora, inexplicable.
Y el colmo
de los colmos: Dos gobernadores hermanos, que a pesar de los exhortos del
Senado y de la sociedad civil; que pese al escándalo que han significado para
la política nacional, deciden ocultarle a los bancos, a las calificadoras, al
gobierno federal y a los mexicanos cuánto dinero pidieron y cuánto se han
gastado. Hablamos, por supuesto, de Humberto y Rubén Moreira en Coahuila.
Francamente, patético. No es un asunto de partidos políticos: hay PRI, PAN,
PRD, etc. Tampoco es un tema de la condición humana: pareciera que así somos
ciertos mexicanos, porque si usted le rasca encontrará casos similares en
varios estados y en los municipios. Es un asunto de moral, sí. Pero es
básicamente un tema de transparencia.
Los gobernadores, se ha advertido durante
años y años, operan sin controles y sin fiscalización. Si quieren robar, roban.
Si quieren gastarse el dinero de la gente en ellos, lo hacen. Si quieren
utilizar recursos públicos en cuestiones partidistas, lo logran. Sin que existan
siquiera intentos por detenerlos.
Vale la pregunta, entonces: ¿Pues qué pasa en
México? ¿Cómo es que hemos permitido esta clase política inmoral? ¿Por qué la
sociedad civil mexicana de Siglo XXI no ha logrado organizarse y demandar
rendición de cuentas? Podría decirse que es un gran misterio, pero no lo es:
hay mucho de desentendimiento del ciudadano; hay mucho de apatía y de
ignorancia; hay mucho de “valemadrismo”.
Existe un gran desorden en las
finanzas federales (los pagos a Elba Esther Gordillo, a Carlos Romero
Deschamps; los robos a Pemex, al Fovissste, etc). Pero en las entidades pudiera
ser peor: ¿Quién se manda hacer una recámara, con dinero público, que se le
parezca a una del Hotel Belaggio de Las Vegas, aparte de un dictadorzuelo
africano, árabe, asiático? Pues un dictadorzuelo mexicano. ¿Quién les pone
freno? ¿De qué sirven las denuncias públicas si no encienden el ánimo de los
ciudadanos? Ah, mexicanos. Una pena, de verdad. Una gran, gran pena.
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