En 1993 la Conferencia Mundial de Derechos Humanos llamó la atención sobre el problema social de la violencia contra las mujeres. Desde entonces, ha sido un tema de importancia reconocida a nivel internacional, y distintos Gobiernos y organismos de la ONU han declarado su rechazo a esta forma de violencia. Además, el tercero de los Objetivos del Milenio pretende "promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer".
Sin embargo, a pesar del creciente número de estudios poblacionales en diferentes regiones, faltaba un análisis global y un plan coordinado para abordar el problema.
Ahora, la OMS, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo Sudafricano de Investigaciones Médicas han elaborado un análisis sistemático y global de la situación. Una guía de actuación con recomendaciones para luchar contra la violencia de género desde gobiernos e instituciones sanitarias complementa el informe.
Dos detallados estudios publicados en las revistas Science Express y The Lancet son el origen de los datos utilizados en el informe general. «Por primera vez tenemos un análisis global basado en evidencias sólidas y rigurosas. Muestra niveles de violencia muy altos en todas las regiones, lo que debería servir como llamada a la acción para todos nosotros», explica a SINC Karen Devries, una de las autoras del estudio de Science Express.
Una agresión con muchas consecuencias
Según los datos del informe, un 30% de las mujeres y niñas mayores de 15 años de todo el mundo han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja (un 35% por parte de su pareja u otra persona). Además el 38% de los homicidios femeninos de todo el mundo se debe a la violencia conyugal.
Aunque las altas cifras son generalizadas en todo el mundo, hay diferencias considerables entre regiones. Por ejemplo, los niveles más bajos de violencia contra la mujer (conyugal y no conyugal) son los de Europa, con un 27,7% de víctimas entre todas las mujeres y niñas mayores de 15 años. Los mayores porcentajes se detectaron en África con un 45,6%, seguida de cerca por el Sudeste Asiático con un 40,2%.
El trabajo también destaca las muchas consecuencias de esta violencia, además del daño físico. Aumenta en las mujeres la incidencia de depresiones, problemas con el alcohol, transmisión de enfermedades sexuales (en algunas regiones, se multiplica por 1,5 la probabilidad de adquirir VIH), embarazos y abortos no deseados. Además, las mujeres que sufren violencia por parte de su pareja tienen un 16% más de probabilidades de dar a luz a un niño de poco peso.
Una epidemia prevenible
A pesar de estos datos, el estudio insiste en que muchas acciones contra esta 'epidemia' ya han demostrado ser eficaces. «Es un problema complejo y no hay soluciones rápidas. Sin embargo, la variación global en los niveles de violencia de pareja demuestran que no es inevitable», explican los autores del artículo de Science Express.
«Es de especial importancia que nos concentremos en la prevención de la violencia y no solo en la respuesta» indica Devries. Por eso, el trabajo no se queda en los datos. Se completa con una guía de recomendaciones para que gobiernos e instituciones pasen a la acción.
Las medidas sugeridas están dirigidas a toda la población. Pasan, entre otras, por un giro en las normas sociales, que deben dejar de considerar este tipo de violencia como algo normal y privado; cambios en las leyes, ya que la ONU estima que 600 millones de mujeres viven en países donde la violenciadoméstica no es un crimen; y una mejora en educación, ya que se ha encontrado un alto nivel de maltrato en mujeres sin una educación secundaria.
Además, el informe recuerda que los niños expuestos a violencia en casa tienden a perpetrar este comportamiento cuando son adultos.
Trabajadores sanitarios
Las recomendaciones de la guía de actuación se dirigen con una atención especial al sector sanitario. Según explica el informe, muchas mujeres buscan atención sin revelar las causas de sus daños y «en muchos casos los trabajadores del sector no saben cómo responder».
La OMS cree que se debe formar a trabajadores sanitarios de todos los niveles para que sepan cómo identificar y actuar ante mujeres que hayan podido ser víctimas de violencia doméstica. En colaboración con los ministerios de salud, ONG, y otras organizaciones de Naciones Unidas, planean comenzar a trabajar en esta línea en países del sudeste asiático a finales de junio.
La poca cantidad de datos en relación con la violencia emocional y la falta de consenso en cómo medirla e contextualizarla ha dejado esta forma de maltrato fuera del informe, que se centra en la violencia sexual y física. «Este es un punto muy importante. Hay evidencias crecientes de que la violencia emocional puede ser muy dañina para la salud -explica Devries-. No hemos podido incluirla en nuestro trabajo actual, pero esperamos que análisis futuros se centren también en ella».
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