En rueda de prensa el secretario de Hacienda, el doctor Luis Videgaray, anunció el plan de este gobierno para la clase media:
–Que se baje de clase.
Tomó un sorbo de un vaso de agua y explicó:
–Es decir, en el contexto presente, en que la economía no crece y por lo tanto tampoco los salarios, haremos que la clase media pague más impuestos, de manera que paulatinamente se vuelva pobre.
Misteriosamente, su público, constituido de reporteros clasemedieros, no aplaudió el anuncio ni el razonamiento, pero el secretario, conocido por su gran voluntad de seguir adelante a pesar de reacciones adversas, luego de tomar otro sorbo de agua, se autoelogió:
–Es un gran plan social. Si somos disciplinados en nuestra estrategia, al final de este sexenio los clasemedieros se habrán vuelto pobres, con la gran ventaja para ellos de que ya no tendrán que pagar impuestos y podrán gozar de los magníficos programas asistenciales que sus propios impuestos habrán pagado.
De nuevo le respondió el silencio de su auditorio de clasemedieros. Y alegremente continuó:
–Creemos que las presidencias panistas fragmentaron al país en cinco sectores. Ricos, clase política, clase criminal, clase media y pobres, siendo las últimas dos casi del mismo tamaño entre sí. Bueno, nos parece muy mal un país tan dividido, así que iremos eliminando gradualmente a la clase media.
El proyecto económico de convertir a los clasemedieros en pobres se complementará con una estrategia de desmoralización conocida en el priismo como “ninguneo”.
–Al mismo tiempo que pagan más impuestos, no les aumentaremos los servicios de seguridad, ni de otra índole, ni ejerceremos controles a los ricos, de manera que la clase media quede atrapada entre los empresarios, la clase criminal y la clase política, pagando a unos y a otros buena parte de sus ingresos, hasta la gran meta propuesta. Es decir, que se vuelvan pobres.
El secretario miró en silencio a su público. Tal vez esperaba por fin el aplauso, así fuera un solo par de manos aplaudiendo, pero nada más sonó un clic: un celular tomando una foto.
Entonces entró a la descripción de la faceta histórica del gran plan para la clase media.
–Sincerémonos –dijo–. Yo soy un hijo de la clase media rescatado por la clase política, y la conozco como a la palma de mi mano. Es una clase que en México ha crecido hasta ser el 50% de la población y vive muy estresada. Cada clasemediero aspira a dejar de serlo. Quiere subir y teme bajar. Además, proyecta ese deseo y ese miedo al país, cree tener derecho a exigir al Poder que el país sea mejor y le aterra que el país se desbarranque en la barbarie. Ni más ni menos nos exige a los funcionarios un nuevo contrato social que incluya la Justicia y la ausencia de Corrupción, mientras nosotros tenemos otro proyecto.
–Bueno –sonrió el secretario–, este gobierno acabará con el estrés de la clase media: lo dicho ya, la bajará de golpe.
Por su parte, el presidente Enrique Peña Nieto asistió al Teletón para expresar su apoyo a los pobres del país, e incluso su gran afecto por ellos.
–Amamos a los pobres –dijo ante las cámaras de televisión, y un audio pregrabado lo ovacionó–. Nos gusta mucho que sean humildes y estén muy necesitados y sean muy agradecidos. Nos fascina cómo sonríen cuando les regalamos cosas sencillas. Una canasta de víveres o una escoba.
La grabación lo ovacionó, y con ambas manos indicó que le bajaran el volumen.
–Gracias, pueblo de México –dijo–. Decía que nos sentimos confiados con los pobres, porque carecen de la malicia para exigirnos los títulos de libros que tampoco ellos han leído, o el reporte de nuestro patrimonio, que ellos no saben ni qué significa, y tampoco nos gritan en las universidades, porque no van a la universidad, ni mucho menos exigen un cambio de contrato social, porque sus necesidades son más simples. Esos, los igualados, los que exigen, los que nos tratan como sus servidores públicos y no como sus jefes, son otros. Son como 132, según me han informado. Gente que no votó por nosotros y ahora sabrá que, como dijo Cervantes, la venganza se come con dulce. O algo así, que ahora no recuerdo.
Una porra grabada respondió al presidente, que alzó la mano en señal de despedida de los pobres.
En entrevista breve en el vestíbulo del recinto que albergaba el Teletón, el presidente dijo que él no distinguía entre los pobres:
–No, yo los veo a todos iguales. Generalmente ellos están abajo y yo arriba, hablándoles, y ellos suelen responder al unísono, generalmente con vivas y agitando matracas. Fíjese que tienen una gran unidad, una gran identidad de clase, o tal vez es que me llevan a los mismos pobres de una plaza a otra.
Acá se rió por tres segundos y retomando la seriedad remató:
–Una clase muy alegre, excepto en los desastres naturales.
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