“Vea cómo los meten, puro rico y hasta los escoltan, y los pobres nos quedamos aquí”, se escuchó el grito a media trifulca entre militares con insignia del DN-III y turistas enardecidos no sólo por las quemaduras del sol y las 17 horas de espera para abordar un avión que los regresara a casa; también por la evidente discriminación que sufrieron en la base área militar Pie de la Cuesta.
Durante toda la mañana de este miércoles vieron desfilar automóviles de los que bajaban turistas VIP que, sin haber hecho fila, pasado hambre y dormido a la intemperie, como todos, de inmediato eran pasados a la pista para abordar el siguiente vuelo que los llevara a la ciudad de México. Lejos de las penurias.
“¡No nos han pelado, están metiendo gente!”. “Nomás pasa gente inflada y la jodida acá se queda”. “¡Nos tratan como perros, no vuelvo a Acapulco!”.
Eran los gritos de la gente en pleno enfrentamiento con los militares que les impedían acercarse a la pista, mientras frente a ellos corrían parejas seguidas por sus empleadas domésticas que les cargaban a los hijos, sobrinas de militares (una de ellas llamada María Fernanda Rubio) con todo y sus cuates, ejecutivos de empresas, turistas con piel casi transparente y “niñas bien”, sin un pelo fuera de su lugar, vestidas como para un catálogo de moda vacacional.
Uno de los militares, envalentonado, gritaba a la turba que se callara y lo dejara hacer su trabajo. “Pronto van a pasar”, les dijo a los inconformes que ya lo rodeaban. Otro militar impidió que la pelea siguiera.
“Nos hacen para un lado y vemos cómo entra y entran camionetas con conocidos de ellos, puros importantes que nomás vemos que se toman fotos”, se quejó la comerciante tepiteña Alejandra Gómez, quien hacía la penúltima fila antes de llegar a la fila definitiva para abordar alguno de los aviones militares dispuestos para la evacuación de personas.
Ella formaba parte de los turistas convertidos en damnificados, sin dinero, sin alimento, sin pasaje para regresar a sus casas en el Valle de México. En la pista los ladies y mirreyes a punto de ser evacuados se tomaban fotografías con sus ipads y subían sus fotos a facebook, divertidos de verse entre damnificados reales y en una pista aérea, como escenografía de su aventura.
A ellos se les asignó el Boeing de la Fuerza Aérea Mexicana con el número 3506, donde un militar con amplia sonrisa y la camiseta bordada con las letras “EP MONROY” les daba la bienvenida.
“Este avión es para gente que viene de la secretaría. Es gente que viene considerado por ellos”, explicó Monroy a esta reportera cuando le preguntó por qué el trato diferenciado. Mencionó que otros fueron recogidos por jets particulares.
“Todos estamos en el mismo barco y deben agarrar parejo. Todo el tiempo se cuela esa gente, no sé por dónde la cuelan”, lamentó desde la fila la abuela de Chimalhuacán, Julia Ramírez Ortiz, quien con esfuerzos juntó dinerito para llevar a la playa a su hija y a sus nietas, deprimidas por la muerte de su marido.
A las diez de la mañana, en la base aérea militar Pie de la Cuesta se armó la trifulca entre militares y turistas. La gota que desbordó la cólera fue lanzada por un jet privado que al pasearse frente a los turistas pobres levantó una tolvanera de piedras que los despertó de su letargo y les atizó la rabia.
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